jueves, 31 de julio de 2014

Delirio

La tarde es hermosa y húmeda.
El cielo tiñe todo de colores pastel
y, a lo lejos, saludan las luces de la ciudad.
Todo parece perfecto,
pero la nieve de la cordillera vigila mi vagar.

Aún no confía en mí
y no pierde de vista mis garras,
no fuera con ellas a destruir
las bellas rosas rojas
que cristalizaron en la helada.

Respeto su desconfianza
pero el frío ignora
que mi destino lo controlo yo...
y aunque aúlle mi demonio interior
por ti soy capaz de romper mi piel
y en mi espalda hacer crecer
dos alas cuya luz envidie el sol.

Pero no es el momento...
y mientras no llegue,
déjame contemplarte una vez más.
He vencido al furioso mar,
a la eterna oscuridad,
a mi propia debilidad...
¿y resulta que sin casi conocerte
me paralizo si tus ojos
se cruzan en mi mirar?

Deja que en mi delirio crea
que crucé medio mundo
sólo porque me llamaste
aunque no supieras de este hombre.
Deja que mi corazón se prenda
y provoque que en el suelo
manchado con mi sangre
nazca una flor en cuyos pétalos
se lea tu nombre...
y pobre del que reciba mi transfusión,
pues se verá contagiado
de mi locura y mi pasión
y cada noche se perderá
buscándote en la ciudad.

Y si quieres que jure dar la vida por ti,
tan sólo mantenme abrazado hasta el amanecer
(no es necesario que susurres que todo irá bien).

Ignoro si el silencio es enemigo o aliado,
pero si éste no se aparta de mi lado
lo trataré con aprecio
pues no estaré solo en su compañía...
al menos hasta que mi pecho explote,
se desplieguen mis alas
y, mientras esté volando,
mi corazón grite tu nombre.

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