sábado, 14 de junio de 2014

Felicidad

Dorado, naranja, rojo, púrpura, rosado...
El espectro de colores mostrado por el cielo
reflejado en la superficie del océano
y mis cuatro amigos y yo allí sentados,
en el punto más alto del arrecife,
mirando al mar embelesados.

Hasta que me pregunta el Mono:
-Y tú, ¿en qué estás pensando?
-Un amigo me lanzó un desafío,
crear cinco poemas alegres seguidos.
Algo que en principio debía ser sencillo
veo que se me está complicando.

-Me resulta extraño que hayas aceptado,
tus poemas sólo hablan de noches demasiado oscuras,
de amores perdidos y metáforas rayando la locura.
Siempre has sido un solitario rodeado de gente,
un artista escondido tras los números,
un estúpido inteligente, una contradicción viviente...
y tus escritos no son más que el modo que tienes
de escapar de una realidad que no sientes.

El Águila intervino:
-De hecho, tus únicas poesías no tristes
son aquellas dedicadas a muchachas
que correspondieron tus sentimientos
y fueron escritas en ese mismo momento...
pero te conozco, y no llegas a ser de esos
que necesitan una relación romántica
para sentirse feliz y completo.

Suspiré.
-Quizás, simplemente, debería crear
la segunda parte del "Perro Bastardo".
-¿Esa poesía en la que con un hacha
a los alcaldes ibas por ahí capando?
-Esa.
-Lo reconozco, era buena...
pero tampoco la alegría de la huerta.
-Quizás mi noción de alegría
sea, simplemente, distinta...

Extendiendo sus grandes alas,
preguntó el Águila:
-Pues, ¿qué es para ti la felicidad?
Buena pregunta...
Quizás debería definir eso primero
antes de escribir sobre un concepto
que posiblemente no tenga claro.

Siempre lo he sabido, sin embargo,
que la nostalgia y la melancolía
pueden actuar como una droga
y he sido adicto durante un tiempo
mientras estaba desocupado y lejos...
Pero ahora que no necesito ni metadona,
me encuentro con un vacío en mi pecho
que no tengo decidido como rellenar.

El Lagarto, tipo callado por excelencia,
con un bufido amigable aconseja:
-Podrías escribir una poesía
sobre lo que en las noches sueñas.

El reptil lo dice por ayudar,
mas yo arqueo una ceja.
No sabe el pobre que en mis sueños
habitan disparos, huidas y navajazos...
y que si es cierta esa creencia
de que en nuestros sueños lo que vemos
son realidades paralelas a la nuestra,
alguien en algún otro mundo ha proclamado
una alta recompensa por mi cabeza
y a mí todavía no me han avisado.
No... ese no es un buen consejo
si se trata de crear una poesía
donde lo que prime sea la alegría.

Mientras, la Cabra, durmiendo
sobre mis piernas sin pantalones,
hace también su aporte:
un eructo de grandes proporciones.

Suspiro y el primate propone:
-Deberías buscar la alegría
en cada momento del día.

Le miro con cara circunstancial.
-¿Incluso ahora?

-Incluso ahora.
¿Qué problema hay?
Estamos cinco amigos bajo el atardecer,
contemplando una imagen de postal,
en un momento casi mágico de luminosidad
y no quedan Manzanas, es verdad,
pero esta será una noche estrellada
y el sol volverá a brillar mañana.

Hablo al mono como quien habla a la nada.
-Simio, estamos mirando al ocaso acá
porque la furgoneta dice que ya no anda...
la noche va a ser más que fría, congelada,
y yo no es que no tenga pantalones,
es que la puta cabra, mientras dormía,
ha devorado también mis calzones;
y llega la hora de la cena,
y no tenemos tampoco provisiones.
¿Y tú me dices que a pesar de todo,
debo sentirme alegre en este momento?

(sonido de grillos)

-Esto...
¿has visto que bonito está el cielo?

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