sábado, 11 de enero de 2014

Pequeño interludio: Poesía

Como tantas otras noches
me encuentro caminando en la madrugada.

Aún no sé si esta luna dorada
es esa misma luna a quien escribía poesías
en una tierra ahora tan lejana.

En esta noche
la ciudad me escupe su inmundicia
y el cielo se oscurece hasta más allá del negro.

Y yo quisiera correr, correr cada vez más rápido y más lejos,
correr hasta un lugar donde no alcancen los remordimientos.

En vez de eso, sigo caminando.

Sigo pisando esta biliosa nocturnidad urbana.
Y en el rincón más oscuro de un callejón solitario,
a salvo de toda mirada...
me permito temblar.

Cuatro grandes perros,
todos de color negro, todos sin dueño,
custodian mi debilidad.

Tenso los músculos, cierro los puños
y nuevamente recuento cada una de mis cicatrices.
Como siempre, no son tantas
como las más profundas,
las que marcan mi alma.

Uno de los perros aúlla.

Yo quiero saber porqué aún no me has olvidado,
si hasta yo me olvidé de mí.

En una prueba de fe,
desgarro mi pecho y coloco ante mis ojos mi corazón.

Y ante mis testigos,
estos cuatro grandes perros sin dueño,
certifico
que aunque tú vuelvas,
mi corazón ya no late.

Y la araña de rincón
que en su momento anidó
en mi ventrículo derecho
me mira con lástima.

Odio cuando sus seis ojos
me miran así.

En ese momento escucho la voz de la mujer a quien amé:
"no luches más, ríndete".
Escucho tantas voces de amigos que abandoné:
"no luches más, ríndete".
Escucho la letra de la canción que silencié...
"no luches más, ríndete".

No puedo. No puedo rendirme. No sé como hacerlo...
No lo sé.
Entre lágrimas levanto la cabeza
y sigo caminando,
hacia delante.

Quizás,
sólo por joder.

La persona que yo era ayer
rompe mi boca con su puño.
Él también cree que lo traicioné.
Pero, ¿tanta culpa tengo por ser
lo que hoy soy?

Creo que no.
Pero los pecados del pasado
ni están de acuerdo
ni quieren aceptarlo,
ni me impiden olvidarlo...

Y me preguntan:
¿De qué sirvo si mis manos no crean?
¿De qué sirvo si mi alma no ama?

Y mis venas secas me imploran:
"ama, haz que la sangre vuelva a darnos vida".

Pero ya no sé como hacerlo.

Y mis venas se gangrenan
y caen muertas al sucio suelo
del este oscuro rincón en un solitario callejón de la extraña ciudad.

Pero no me importa.
Ya nada importa.
Sólo me importa el seguir adelante, aunque sea por inercia.

Sigo adelante.

Y quizás, sólo quizás,
la vida tenga piedad al final...
Y mi caminar no termine, simplemente,
en un anodino "continuará..."