lunes, 3 de diciembre de 2012

Estoy de Vuelta 37


Sheila miró con tristeza a Canael. Se sentía muy culpable, pues era obvio que los recuerdos, fueran los que fueran éstos, habían vuelto a desgarrar el corazón del demonio. Sheila dudaba si debería disculparse o si Canael preferiría seguir en silencio.

Rubén se sentía amilanado al lado del demonio. ¿Qué importaban sus sufrimientos frente a todo lo que Canael habría debido pasar?

-Perdóname si te he hecho recordar algo malo -dijo por fin Sheila.

El demonio pareció despertar y la miró fijamente.

-No hay nada que perdonar -respondió-. Algunos hechos... no son buenos. Eso es todo.
-Lo entiendo.
-Además -continuó hablando Canael-, para seros sincero, aún no me hago a la idea de haber dejado sin protección el cementerio...
-¡Vamos, Canael! -intentó animarlo Fito-. ¡No seas nenaza! Tú mismo dijiste que no te habías estrenado de portero durante años, ¿no? ¿Qué problema hay? ¿Crees que los otros difuntos van a encargar una pizza mientras juegan al parchís o qué? ¿O que quizás se hayan ido de pingoneo? ¡Deberías disfrutar el momento, tío! ¡Estás rodeado de amigos en una noche de juerga por la ciudad! ¡Incluso tenemos coche prestado! Y ahora mismo vamos a salir de este mugriento polígono industrial para conocer a la chavala de uno de los nuestros...

Y, para sorpresa del mismo demonio, Canael esbozó una sonrisa.

-Tienes razón -asintió el demonio-. ¿Qué muerto querrá salir esta noche del cementerio si no lo ha hecho durante siglos?

Continuará...

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